Ich will deine Seele [3/3 SadiqxHeracles]

Disclaimer: Por fin, la ultima parte, la mas mejor, la mas hardcore, la mas... Sadiq(a). Como siempre, no me pertenecen, blabla, blabla, bla.


Ich will deine Seele
Drück dich an mich
Ich will deine Seele
Lass mich in dich
Ich will dein herz

Sabes que el griego jamás va a perdonarte esto, y que va a ser un cargo de conciencia el resto de tus días. Sabes que esto no está bien, pero es demasiado tarde para echarte atrás. Y tampoco quieres hacerlo. Sabes lo que te está rogando con esa mirada llena de falso odio. Y no puedes evitarlo, ni vas a intentarlo si quiera. Acercas tus labios a los suyos, y le provocas, lento, con movimientos deliberados, muerdes su labio inferior hasta dejarlo rojo, hinchado, y jadeando. Te apartas, le miras, tiene los ojos casi cerrados, y te mira, mientras respira cada vez más hondo, intentando controlarse.

-No tienes por qué controlarte, vas a disfrutar esto tanto como yo.

No tenías que haberle provocado tanto, te ha escupido. Muy bien, si quiere guerra... Guerra tendrá. De manera violenta e inmediata, le atas al cabecero de la cama, sin dejarle opción a mover los brazos, y pasas a inmovilizarle las piernas, una a cada lado de la cama. Te paras a mirarle, de arriba abajo, devorando cada centímetro de su piel sin rozarle si quiera, haciéndole saber que ahora, ahora si que te ha cabreado, y que lo va a sentir. Mucho, y muy profundo.

Llevas tu mano a su trasero, y empiezas a provocarle, sin rozar su entrada, y notas como se arquea, e involuntariamente, te pide más. Niegas con la cabeza, y te agazapas sobre él.

-Voy a hacer que gimas mi nombre y me ruegues que te toque, que te folle, que te haga mío.

Sonríes, y te retiras, para coger una pluma de pavo real. Empiezas a pasarla, divertido por su torso, sin llegar a su pelvis, descubriendo sus puntos erógenos, y, como no podía ser menos, insistiendo en ellos, soplándolos, mordisqueando su piel, solo un poquito, solo hasta ver como se muerde el labio inferior, intentando impedir que los gemidos salgan de su boca. Pasas la pluma por su cuello, bajando a sus pectorales otra vez, torturándole de manera suave, provocando que tome conciencia de cada centímetro que con ella recorres, y sintiéndola cada vez más. Entonces, le miras, aún sigue sin gemir, sin aceptar la evidencia que ves entre sus piernas. Si no ha querido por las buenas... bien, será por las malas.

Le das la vuelta, poniéndole casi a cuatro patas, y aseguras las cuerdas. Te levantas, y coges una de las velas que alumbran la tienda, llendo con ella a la cama. Te colocas detrás de el, y después de mordisquear a lo largo de toda su columna vertebral, llegando al coxis, dejas caer un poco de cera ahí. Obviamente, el griego protesta, con algo parecido a un gemido mezclado con un gruñido. No le ha dolido, lo sabes, la cera no está tan caliente. Empiezas a dejar caer más cera en sus nalgas, cada vez más cerca de su entrada, y notas como no puede evitar unos jadeos. Soplas la cera que has dejado caer, haciendo que se enfríe, y la retiras con delicadeza, sin hacerle daño. Con la piel sensible como está ahora, aprovechas para lamer, como un gato, pasándole la lengua por todos los sitios donde antes había cera, para llegar finalmente a sus testículos, donde había una pequeña gotita. Los lames, pasando la lengua por todas sus esquinas y recovecos, dándole un pequeño mordisco, que le provoca un gemido. Sonríes, te pones sobre el, haciéndole sentir tu erección en su entrada. Empiezas a lamerle el cuello, y entonces, sin avisar, se la metes hasta el fondo. Gime, de dolor. Te sientes un poco culpable, pero bueno, se lo tiene merecido. Inmediatamente la sacas, y bajas, besándole la espalda, hasta llegar a donde tanto le ha dolido, y se lo lames, sin delicadeza, sin florituras y sin chorradas. Mientras tanto, empiezas a masturbarle, apretándole en la base, moviendo la mano arriba y abajo. Le oyes gimotear, gemir, gruñir, y finalmente hablar, solo para maldecirte en griego. Entonces, te apartas, sólo para observarle. No le tocas, sólo le miras. Sonríes, y empiezas a contar de veinte hasta cero. Cuando has llegado a cinco, le oyes susurrar:

-... No vas a... ¿seguir?

Vuelves a cubrirle con tu cuerpo, y lamiéndole el lóbulo de la oreja, le dices, sugerente, como tú sabes,

- Pídemelo.

Le oyes tragar saliva, y decir

- Por... ¿favor?

Le muerdes el cuello

- ¿Por favor qué? ¿Qué quieres que te haga?

Ves como araña las sábanas, y se estremece cuando le lames desde el cuello hasta la nuca

-Quiero que sigas

Sonríes, y le acaricias el trasero con una mano

-¿Seguir con qué, Heracles? ¿Con esto?

Mueves dos de tus dedos hasta su entrada, deslizándolos hacia dentro.

-¡Sí, joder, si!

Te lo dice cabreado y entre gemidos, pero no es suficiente... aún.

-¿Y qué más quieres que haga?

Dejas inmediatamente de mover los dedos dentro de el, pero los dejas ahí, haciendo presión.

-... Quiero que... Quiero... Quiero que me...

Sonríes y le susurras, con la voz ronca,

-Dilo, Heracles. ¿Quieres que te folle?

Oyes su respiración pesada, sientes como su pecho sube y baja con la respiración, y vuelves a mover los dedos, poco a poco, esperando su respuesta.

-Sí... Quiero que me... folles... ¡YA JODER!

Sin esperar a que cambie de opinión, sacas tus dedos y vuelves a penetrarle, de manera más lenta esta vez, dejando que te sienta con más calma, moviendote poco a poco.

-¿Así?

-Mas fuerte, ¡hostias!

Sonríes, y desatándole las manos del cabecero, te lo colocas encima, agarrando sus caderas, y marcando un ritmo más feroz, más rápido, más profundo. Le lames el cuello, le muerdes la espalda, haces que gire la cabeza, y te bese. Y es uno de esos besos, de los vuestros, con desesperación, con lujuria, con rabia, con deseo.

-Des... Desátame

Si te lo pide así, entre gemidos, con la cara roja, y casi sin poder respirar... No puedes negarte. Cortas las cuerdas que le tienen atado, y le haces volverse contra ti, para poder besarle mejor. Y masturbarle mejor. Y joder, para ver esa cara de éxtasis que te vuelve loco. Empieza a comerte la boca, y luego baja hasta tu cuello, que mordisquea, lame, succiona, marca a fuego con su lengua.

Le follas, le follas hasta dejarle seco, y el te besa, hasta drenarte entero. Os abrazáis, os arañáis, os insultáis, te ruega más, le pides una revancha. Le susurras, te grita, le muerdes, te lame, le provocas, te reta, sonríes, gime, gritáis, jodéis. Matarías por más, y él te matará si le haces esto a otro. Te consumirás hasta volver a tenerle entre tus brazos, pero hasta entonces...

Su alma, su cuerpo, y sus labios. serán tuyos.



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